Microficciones de Ricardo Bugarín

 
Paul Gauguin


PRÁCTICAS PRIVADAS

Usted se detiene en sí mismo. Se libera por unos instantes y comienza un trayecto que va desde el cerebro reptil a los extremos subcutáneos de sus pies (no digamos hasta la punta de sus uñas porque eso está muy trillado y esto es otra cosa). Va encontrando sorpresas. Algunas le agradan, otras no. Hay momentos adiposos y otros laxos. Algunos hallazgos emocionan por su estado de conservación. Otros acongojan pero, son disimulables. Después de un tiempo prudencial de recorrido, junta todo y vuelve a colocarlo en el envoltorio original. Limpia los enseres del desayuno y, como buen hombre que es, se marcha a su trabajo.

GUÍA

Siguiendo los pasos de Gauguin, nos internamos en la intrincada naturaleza. Tonalidades lujuriosas asaltaron nuestra mirada. Un aroma desconocido y paradisíaco nos envolvió en segundos. El sonido, virgen de todo acontecer humano, nos caló en lo más profundo. No lográbamos salir del asombro hasta que nos percatamos que Gauguin ya no estaba a nuestro lado. Y aquí estamos, en esta isla solitaria, prisioneros de los desvaríos de una mascota casquivana.

SECRETOS DEL OFICIO

Para ser novelista hay que ser verosímil. La gente cuando descubre que todo puede ser puro invento, deja la lectura de lado. Por eso es bueno tener a mano una buena dosis de intriga, sangre, violación y habilidad para negociar un rescate. De lo contrario, dedíquese a escribir libros de cocina, allí la gente no anda con mayores miramientos y no pone en duda si el hecho de comer puede ser, todavía, un hábito diario de la especie humana.

HERIDAS DE AMOR
Un ardor salió desde la esponja, con tanta vehemencia que hasta el apósito quedó sorprendido. El resto nos miramos asustados y, de hito en hito, acallamos la intensidad de nuestras sospechas. Si esto es el amor, no querríamos experimentar lo que traería aparejado el odio, musitó el músculo. El tendón, por su parte, horrorizado quiso huir pero, lo retuvimos a tiempo.

SUEÑOS

Tengo sueños capilares. A veces son subacuáticos pero, generalmente, son rizomas texturados ascendentes que se enredan en tu garganta. No te lo comento pues temo que te asustes y decidas abandonar el aljibe. ¿Cómo contarte que a veces sueño con un transatlántico?, ¿cómo confesarte que un buque fantasma anda orillando nuestras costas?, ¿cómo decirte que he visto a un náufrago del otro lado del brocal que nos circunda?. Te parecerá que alucino, que tal vez comida en descomposición ha producido mi febril estado o que una pesadilla de infancia está golpeando mi presente. De todos modos estos sueños ya no me desvelan, no me atemorizan, se destiñen con el cloro y he descubierto,  finalmente, que se vuelven inofensivos.

ACORRALADOS

Nada más escalofriante que una noche de gatos en celo transformados en aullido. Cierro ventanas, atascos puertas, apago luces y coloco un disco de Rimski-Kórsakov, para ahuyentar sonidos. Mis ojos se enfrentar al destello de los ojos de mi alfombra de oso y los dos entramos en sospecha, en un intrincado recelo, temiendo que un contagio externo, en acto de exhumación, reavive instintos añejos, sepultos, desaparecidos.

EL PASEADOR

Andaba todo el tiempo con los libros bajo el brazo. Tanto los llevó y los trajo, tanto los paseó toda la vida que, finalmente, lo único que logró fue que le nacieran palabras en las axilas.

EL MUERTITO

El niño del retrato no soy yo pero, todos le encuentran un parecido. El ojo izquierdo desorbitado, el mechón renegrido caído sobre un costado, la nariz acusadora y una boca que, más que boca, es una insinuación al recitado. Nada que ver. Yo no soy eso que cuelga en la sala. Eso debe ser algún muerto que pintó un español y se lo trajeron del otro lado del océano. Por eso yo le llamo el muertito pero, no me hacen caso. Tienen oídos sordos ante mi protesta. Les grito mi nombre, los acribillo con mi apellido. Ellos insisten con el parecido. Y ese clavelillo en la solapa, lo aborrezco. Les grito que me miren, que aprecien la diferencia, que se convenzan del error pero, nada. Me atraviesan de lado a lado y no me ven.

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RICARDO ALBERTO BUGARÍN

(General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962)
Escritor, investigador, promotor cultural.
Publicó “Bagaje” (poesía, 1981). En microficciones ha publicado:“Bonsai en compota”(Macedonia, Buenos Aires, 2014), “Inés se turba sola”, (Macedonia, Buenos Aires, 2015), “Benignas insanias” (Sherezade, Santiago de Chile, 2016) y “Ficcionario” (La tinta del silencio, México, 2017).
Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado trabajos suyos tanto en Argentina como en Ecuador, España, Italia, USA, Venezuela, Chile, México, Perú, Colombia, Bolivia y Uruguay.
Textos de su libro “Bonsai en compota” han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).
Integra las ediciones  “Borrando Fronteras-Antología Trinacional de Microficción Argentina, Chile y Perú”; “¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género” (edición argentina); “Antología Iberoamericana de Microcuento” (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia); “Vamos al circo. Minificción Hispanoamericana” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP, México) y “Cortocircuito. Fusiones en la Minificción” (BUAP, México).