Microrrelatos de Víctor Hugo Ávila V.

Soizick Meister





Una noche

Después de una cena al aire libre con las abejas zumbando sobre ellos, se fueron a acostar. La mujer se puso la pijama que tanto le disgustaba, se durmió y el hombre se quedó esperando algo. Él se acercó a su cuerpo, y vio cómo a ella le salían lágrimas con los ojos cerrados, le habló en voz baja, no se despertó, pero seguían brotando las lágrimas hasta empaparse el rostro y la almohada. Él se durmió con el ceño fruncido mientras una abeja buscaba azúcar en la habitación. En la madrugada la abeja murió sobre un charco de llanto.


La sordomuda


La niña con una bolsa de dulces, notó, que todas las personas, pávidas y acobardadas, miraban un cielo común. La voz de un Dios los amenazaba, ella no podía oír el mensaje apocalíptico, se asustó y entonces gritó antes de caer al abismo, en donde los condenados iban a parar.



Saltos intermitentes



Con gracia se movía el autobús, dando saltos intermitentes entre cada bache, los pasajeros moviendo la cabeza afirman el camino. Dos señoras, sus enormes pechos que rebotan y rebotan, después, vuelven a rebotar. Entre brincos, solicito la parada para terminar con aquella carrera de obstáculos entre dos personajes de Botero.




La baba del estúpido



La baba le caía lentamente sobre la entrepierna, estaba desnudo mientras veía el radio donde se escuchaba una voz gruesa que emitía un discurso. Su madre entró y vio que estaba mojado, “Ya te orinaste estúpido”, pensaba la madre. Por eso no te pongo ropa, hombre, le dijo, y apagó el radio. El hombre empezó a gritar, a la madre no le incomodó y con una toalla le limpió el pene, el hombre tuvo una erección. Ella se sorprendió, encendió el radio y se marchó con el rostro desencajado. El discurso siguió y mientras la baba del estúpido le caía de nuevo, su erección fue bajando con lentitud como su saliva que descendía en espesos hilos largos.


Una bala en la cabeza



En la sala, cuando se apagó el televisor y se quedaron a oscuras, por fuerzas que ella creía extraordinarias, su compañero de cama le habló.


- I have a bullet in my mind.


- No, in your head.


- No, I have a bullet in my mind.


- No, in your head.


- I have a bullet in my…


El televisor se prendió iluminando sus rostros, las últimas palabras, en ella, se quedaron como un eco sobrenatural, mientras él continuaba mirando su televisor con una sonrisa un poco infantil y ridícula.





Al final



…¿Esos ojos de jaspe? ¿Esa barba de trigo?

Este fue un caballero que persiguió a la Muerte.

Retratos (fragmento). Rubén Darío.




En la espera de su escape, se despedía de su amada en la mansión, mientras su hija muerta lo llamaba desde su cuarto, su hija viva lo miraba con una dulzura desconocida, y es que ella sabía.


Ya venían aquellos fantasmas que acompañan a la enfermedad.


-Adiós.


Y él corrió hacia el cuarto de su hija muerta y sonrió ante el vacío.


Subió al techo, cayó.


En medio de los árboles, acostado, vio a los fantasmas que ya se alejaban al verlo tendido sobre el pasto sin remedio. Él pasó la noche allí, sintiendo que moría. Comenzaba a olvidar todo, a su amada, a su hija viva y a su hija muerta, y las hojas siguieron cayendo hasta cubrirle la vista.



***

Víctor Hugo Ávila Velázquez



Víctor Hugo Ávila Velázquez (Aguascalientes, México, 1986). Narrador. Ha colaborado en diversas revistas culturales desde el año 2006. En el año 2010 publicó su primer libro de relatos titulado “Retratos en marco de piedra”.